«Nunca pensé que existiría un espacio en el que podría decir que soy negro, gay y sacerdote»

Una iglesia en Kenia ha sobrevivido durante la última década operando discretamente. No promociona sus servicios en este país tan religioso porque recibe a los devotos homosexuales.

«La primera vez que entré a la iglesia lloré», le dijo a la BBC John, un pastor ordenado inicialmente en una iglesia convencional.

Dejó su parroquia porque los líderes de la iglesia le dijeron que su sexualidad era pecaminosa y que necesitaba permanecer célibe.

«Nunca imaginé en mi vida como sacerdote que estaría en un espacio donde diría tres palabras que según la gente piensa son contradictorias. Que soy negro, que soy gay, que soy sacerdote».

Supo de la iglesia, donde ahora predica, a través de las redes sociales, aunque la mayoría llega hasta allí por lo que escuchan de otros.

Como todos los entrevistados en la iglesia, su nombre fue cambiado para proteger su identidad.

Sus miembros también son muy cautelosos a la hora de compartir detalles de sus reuniones: aquellos que desean unirse son examinados cuidadosamente antes de ser invitados, para asegurarse de que no sea una trampa o alguien malicioso.

El entendimiento con todos los feligreses es que la seguridad y la protección son primordiales.

El sexo gay es ilegal en Kenia, una sociedad socialmente conservadora, aunque este año la Corte Suprema anuló la prohibición para registrar a las asociaciones de gays y lesbianas como organizaciones no gubernamentales.

Cuando me uno a un servicio en un domingo cálido y ventoso, se escucha música en la sala de un edificio anodino.

La gente comienza a entrar en grupo y el lugar se llena con unas 30 personas.

«Estamos a punto de comenzar. Cerremos los ojos y meditemos», dice Pauline, una pastora vestida con una larga túnica negra y un pañuelo rojo carmesí. Toda la habitación se queda en silencio.

Pauline es abiertamente lesbiana no binaria, que usa «ellos» como pronombre personal y es una de las fundadoras de la iglesia. Al principio eran sólo unos pocos amigos que se reunían para ofrecerse apoyo mutuo.

«Cuando te sacan de un espacio (iglesia), surge la necesidad de saber si alguien más ha sido excomulgado», afirma Pauline, quien no fue excomulgada pero nunca se sintió aceptada en las iglesias tradicionales.

«Queríamos conocer a otros cristianos queer que se afirman a sí mismos».